Las noticias más extensas en relación con las practicas funerarias de los canarios que habitaron en el Barranco de Guayadeque las hallamos en los textos de los investigadores del siglo XIX, que en sus diferentes viajes de exploración a esta zona resaltan el fenómeno. En trabajos como los G. Chil y Naranjo (1876) existen continuas referencias a cuevas sepulcrales de un indudable interés, pero sobre las que tan sólo se posee esta información:
“…en las cuevas en las que se encontraban (las momias) estaban de dos maneras: unas derechas y arrimadas a la pared, con sus garrotes y gánigos al pie, y otras, que eran más hermosas, pues estaban revestidas con muchísimas pieles de todos los colores y cosidas cómo la delantera de una camisa fina, se hallaban tendidas sobre una tabla de pino, con gánigos y garrotes muy bruñidos y pintados, colocados a su cabecera: que algunos estaban como si acabaran de morir, con el pelo y la barba perfectamente conservados: que las mujeres tenian el pelo cogido en trenzas entrelazadas con juncos de colores grandes y jarrones de manteca y otros de madera con miel seca.”